sábado, 28 de abril de 2012
QUE RECORDAMOS EL DIA DEL TRABAJADOR
LOS MÁRTIRES DE CHICAGO: Hace 126 años se consumaba un crimen judicial, se condenaba a la horca a varios dirigentes anarquistas por sus ideas políticas Y LA DEFENSA DE la JORNADA DE 8 hs DE TRABAJO !!!!!
El fraudulento proceso judicial llevado a cabo en Chicago tendía a escarmentar al movimiento obrero norteamericano y desalentar el creciente movimiento de masas que pugnaba por la reivindicación de la jornada de ocho horas de trabajo.
Aquellos trágicos hechos ocurridos en Chicago en 1886 -la huelga del 1º de Mayo, la protesta sindicalista y el proceso judicial a los dirigentes y militantes anarquistas- serían tenidos muy en cuenta, años después, por el movimiento obrero internacional que, justamente, adoptó como el Día de los Trabajadores, el 1º de Mayo.
Pero el escarmiento no sólo abarcaba al sindicalismo. Debe tenerse en cuenta que de los ocho dirigentes anarquistas, sólo dos eran norteamericanos y el resto se trataba de inmigrantes extranjeros.
Sus nombres fueron: Michael Schwab, Louis Lingg, Adolph Fischer, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Hessois Auguste Spies, Oscar Neebe y George Engel.
En Boston y en algunas otras ciudades norteamericanas de la época había una fuerte corriente contra los trabajadores extranjeros que reclamaban por sus derechos laborales y sociales junto a sus hermanos norteamericanos.
La guerra de Secesión había interrumpido el crecimiento de las organizaciones sindicales, cuyo punto de partida data de 1829, con un movimiento que solicitó la implantación de la jornada de ocho horas de trabajo, en el estado de Nueva York.
Pero a partir de los años ochenta, se fue acrecentando la actividad gremial en la cual socialistas, anarquistas y sindicalistas, cumplieron un rol destacado en cuanto a su labor propagandística y política.
Mauricio Dommanget en su ‘Historia del Primero de Mayo’, al referirse a los trabajadores de Chicago, afirma: ‘Muchos trabajaban aún 14 o 16 horas diarias, partían al trabajo a las 4 de la mañana y regresaba a las 7 u 8 de la noche, o incluso más tarde, de manera que jamás veían a sus mujeres y sus hijos a la luz del día. Unos se acostaban en corredores y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban tres y cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento, se les veía juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios, o comprar al carnicero algunos céntimos de recortes’.
La central obrera norteamericana de entonces, la Federación de Gremios y Uniones Organizados de Estados Unidos y Canadá, años después transformada en la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL), había proclamado en su cuarto congreso de 1884, que la duración legal de la jornada de trabajo, a partir del 1º de Mayo de 1886, sería de ocho horas de duración. Ese 1º de Mayo se había constituido en una fecha clave tanto para los trabajadores como para los capitanes de la industria.
La huelga del 1º de mayo de 1886
La prensa norteamericana, principalmente el ‘Chicago Mail’, el ‘New York Times’, el ‘Philadelphia Telegram’ y el ‘Indianapolis Journal’ habían advertido por esos días el ‘peligro’ de la implantación de la jornada de 8 horas ’sugerida -decía el ‘Chicago Mail’- por los más locos socialistas o anarquistas’.
La huelga del 1º de Mayo de 1886 fue masiva en todos los Estados Unidos. Algunos sectores industriales admitieron la jornada de ocho horas, pero la mayoría fue intransigente a aceptar ese reclamo. En Milwaukee la represión policial produjo nueve muertos obreros y hubo enfrentamientos violentos en Filadelfia, Louisville, St. Louis, Baltimore y principalmente en Chicago.
En esta última ciudad actuaban, además de las fuerzas policiales y antimotines, una suerte de policía privada al servicio de los industriales y empresarios: la compañía Pinkerton.
En tanto el 1º de mayo había transcurrido sin ninguna violencia, fue dos días después, cuando los sindicatos de la madera convocaron a una reunión, que los ‘rompehuelgas’ de la Pinkerton atacaron a los trabajadores. Intervino la policía y el fuego de las armas produjo seis muertos y medio centenar de heridos, todos entre los trabajadores.
Así fue que los anarquistas llamaron, para el 4 de mayo, a una concentración en el Haymarket Square, acto público que contaba con autorización de las autoridades. Al finalizar la reunión y cuando se desconcentraban los trabajadores, el capitán Ward avanzó sobre los grupos obreros en actitud amenazante.
Alguien lanzó entonces una bomba contra efectivos policiales y abatió a uno de los policías, hiriendo a otros varios. Entonces, las fuerzas policiales abrieron nutrido fuego contra los trabajadores matando a varios y causando 200 heridos.
Ese hecho de violencia permitió a las autoridades judiciales, instigadas por varios políticos y diarios -principalmente el ‘Chicago Herald’ -a detener y procesar a la plana mayor del movimiento sindical anarquista.
Así fueron arrestados el inglés Fielden, los alemanes Spies, Schwab, Engel, Fischer y Lingg y los norteamericanos Neebe y Parsons.
Comenzaba el Proceso de Chicago, una burla a la justicia y un verdadero fraude procesal como demostró pocos años después el gobernador del estado de Illinois, John Peter Atlgeld.
‘Razón de Estado’
Es evidente que el Proceso de Chicago contra los ocho sindicalistas anarquistas produjo una sentencia dónde primó el principio de la ‘razón de Estado’ y que no se buscaron pruebas legales ni se tuvo en cuenta la normativa jurídica de la época. Se quiso juzgar a las ideas anarquistas en la cabeza de sus dirigentes, y en ellos escarmentar al movimiento sindical norteamericano en su conjunto.
Para ello fueron amañados testigos, se dejaron de lado las normas procesales, y los miembros del jurado -como se demostró pocos años después- fueron seleccionados fraudulentamente. Entre otras anomalías procesales, la primera fue que se los juzgó colectivamente, y no en forma individual, como disponía la legislación penal. Se trataba de un juicio político, y la causa no era la violencia desatada el 4 de mayo de 1886, sino las ideas anarquistas, por un lado, y la necesidad de impedir el avance de la organización gremial que había paralizado a los Estados Unidos el 1º de mayo del mismo año, por el reclamo de la jornada laboral de ocho horas.
El gobernador Altgeld, años después, explicaría al pueblo norteamericano que el juez interviniente en el Proceso de Chicago actuó ‘con maligna ferocidad y forzó a los ocho hombres a aceptar un proceso en común; cada vez que iban a ser sometidos a un interrogatorio los testigos suministrados por el Estado, el juez Gary obligó a la defensa a limitarse a los puntos específicamente mencionados por la fiscalía pública’ en tanto que ‘en el interrogatorio de los testigos de los acusados, permitió que el fiscal se perdiera en toda clase de vericuetos políticos y leguleyerías extrañas al asunto motivo del proceso’.
‘Ahorcadles y salvareis a nuestra sociedad’
El fiscal Grinnel, en su alegato, proclamó: ‘Señores del jurado: ¿declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad!’.
El 28 de agosto de 1886 el jurado, especialmente elegido para aniquilar a los acusados, dictó su veredicto especificando que siete de los imputados -Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel- debían ser ahorcados, y el octavo, Neebe, condenado a 15 años de prisión.
Antes que el crimen judicial se consumara, se cometió otro previo, el misterioso suicidio de uno de los condenados: Louis Lingg, quien con la colilla de un cigarrillo habría prendido la mecha de un cartucho de dinamita. En realidad, como afirman los historiadores actuales, se trató de representar ante el gran público otra demostración de que los anarquistas morían en su propia ley, las ‘bombas’. Hoy se coincide en que Lingg fue asesinado.
Spies, Fischer, Engel y Parsons subieron al patíbulo el 11 de noviembre, y fueron ahorcados ante el periodismo, las autoridades judiciales, la policía y el público allí reunido.
El escándalo fue tan grande que a Fielden y Schwab se les conmutó la pena de muerte por la de prisión perpetua. La movilización de las fuerzas sindicalistas y la actuación de políticos como John Peter Atlgeld, hizo que el 26 de julio de 1893 se les otorgar el ‘perdón absoluto’ a Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab.
De todas maneras, estos tres anarquistas tuvieron mucha más suerte que otros dos ajusticiados cuarenta años después: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, en otro proceso igualmente fraudulento. Pero la reivindicación de los mártires de Chicago fue realizada pocos años después de la muerte de cuatro de ellos y de la liberación de los tres restantes.
Revolución obrera” en los Estados Unidos
En 1877, una serie de huelgas generales dirigidas por los ferroviarios conmovieron las principales ciudades de Estados Unidos en respuesta a una rebaja de salarios. El movimiento buscó rápidamente una cabeza política, el Working Men’s Party (WMP). En Chicago, el papel del WMP, dirigido por Albert Parsons -uno de los futuros “mártires de Chicago”- fue decisivo. En un escenario dominado por las “fraternidades” de oficio, escindidas unas de otras -maquinistas, guardas, foguistas- la rebelión alumbró el primer intento de organización colectiva de los trabajadores del riel. Más importante aún, por primera vez hicieron irrupción los obreros no calificados: los explotados de la gran industria, totalmente desorganizados, hicieron causa común con los ferroviarios. Los Knights of Labor (Caballeros del Trabajo) se convirtieron en un movimiento de masas, años más tarde.
La crisis capitalista fue forjando un cambio en la conciencia del movimiento de lucha de la época. En 1874, en los albores de la crisis, los Knights llamaron a “la reducción gradual de las horas de trabajo a ocho horas por día, a fin de gozar… de los beneficios de la adopción de máquinas”. En 1881, la flamante Federación de Sindicatos, que se constituirá en poco tiempo en la Federación Americana del Trabajo (AFL), pidió una ley nacional de ocho horas para los empleados del gobierno, pero en 1884, cuando la crisis se descargó con fuerza, con quiebras y despidos, se produjo un cambio de frente. El IV Congreso de la AFL se pronunció por las ocho horas en los lugares de trabajo a través de la acción directa. La agudización de la crisis, en 1883/85, fue determinante en esta radicalización. El Congreso votó un llamado a las organizaciones obreras para imponer la jornada de ocho horas a partir del 1º de mayo de 1886. El llamado se hizo en noviembre de 1884, un año y medio antes, para permitir una campaña de vastos alcances. Los Caballeros del Trabajo fueron convocados a esta campaña por la AFL, luego de ser protagonistas de la huelga ferroviaria de 1884, que derrotó un nuevo intento de reducción de salarios y otra serie de luchas. “El éxito de la mayoría de estos movimientos originó un verdadero vuelco en masa de los obreros no calificados hacia los Caballeros del Trabajo… Unos 700.000 trabajadores, la mayoría no calificados, se unieron a los Knights…”(2).
¿Por qué los delegados a la convención obrera de Chicago adoptaron el 1º de mayo como punto de partida del régimen de ocho horas o de la suspensión del trabajo allí donde éstos no se sometieran? En ese tiempo existía en Nueva York y otros estados la tradición del “Moving-day”, el día en que formalmente concluían -y debían renovarse- los arrendamientos, alquileres y contratos.
Un movimiento internacional
La Gran Depresión provocó una ruptura en el proletariado inglés. Se produjo una crisis entre el “nuevo” sindicalismo militante y el “viejo sindicalismo” conservador de los artesanos. “La potente revuelta de este sector de trabajadores bajo la dirección de los militantes socialistas y la formación de ‘nuevos’ sindicatos después de 1885 señalan el comienzo de una nueva era en la historia del movimiento obrero”(3). Aún en Francia, donde el proletariado francés sufre aún la derrota de la Comuna (1871), el congreso de la Federación Centro del Partido Obrero plantea (1880), como primer reclamo, la jornada de ocho horas. En 1887, el congreso nacional del Partido Obrero -luego de la masacre de Chicago- fundamenta el reclamo de las ocho horas en la necesidad de un programa frente a la crisis capitalista: “es de la mayor importancia combatir la desocupación ocasionada por las crisis comerciales”.
¡A partir de hoy, no más de ocho horas!
En los días previos al 1º de Mayo de 1886, en Estados Unidos estallaron varias huelgas y un número de empresas no esperó la fecha límite para establecer la jornada de ocho horas. El día esperado hubo no menos de 5.000 huelgas y alrededor de 340.000 huelguistas. Miles y miles de obreros conquistaron una nueva jornada, todavía para una minoría de la clase. En Chicago, el centro de la agitación obrera en esa época, hubo una provocación: una bomba cayó sobre las fuerzas policiales y mató a ocho de los efectivos. Seis dirigentes del movimiento de lucha fueron condenados a la horca -uno de ellos se suicidó antes del calvario- y su actitud frente a la muerte es, hasta el día de hoy, un acto que enaltece a la clase obrera mundial.
Siete años después, el flamante gobernador de Illinois realizó una exhaustiva investigación que probó que el veredicto había sido dictado “cumpliendo órdenes”. Uno de los jurados del tribunal lo había adelantado: “los colgaremos lo mismo. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios”(4).
(1) Dobb, Maurice: “La evolución del capitalismo”, Río de Janeiro, Zahar, 1976.
(2) Guérin, Daniel: “Estados Unidos 1880-1950″, Centro Editor de América Latina, 1972.
(3) Morton y Tate: “Historia del movimiento obrero inglés”, Fundamentos, 1971.
(4) Dommanget, Maurice: “Historia del Primero de Mayo”, Americalee, 1956.
CONSIGNAS HOY
Por la independencia política de los trabajadores frente al gobierno y sus camarillas, y a la oposición patronal.
• Por una nueva dirección de los trabajadores contra la burocracia sindical en todas sus vertientes. Apoyando al sindicalismo combativo y antiburocrático y a sus listas
• Por paritarias libres, por un salario mínimo de 6.000 pesos, igual al costo de la canasta familiar.
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• Por la nacionalización sin pago de las empresas privatizadas, la reestatización del sistema ferroviario y la nacionalización del petróleo y el gas bajo control de los trabajadores.
• Derogación de la ley antiterrorista; basta de infiltración, espionaje y represión a los que luchan.
• No a la criminalización de la protesta. Desprocesamiento de los más de 5.000 luchadores obreros y populares.
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