viernes, 30 de marzo de 2012

ARGENTINA SIN LEY DE SALUD

Federico Tobar: “Argentina no tiene una ley de salud”
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El experto en políticas de salud señala los puntos flacos del sistema y advierte sobre el estancamiento de nuestros indicadores en relación al resto de la región. Propone la incorporación de la figura del médico de cabecera y explica por qué mayor oferta en consultas “no significa necesariamente mejor salud”.

Las encuestas de opinión indican que el sistema de salud ocupa apenas un 2% entre las preocupaciones de los argentinos. Esta percepción no varía de manera significativa ni por nivel económico, ni por lugar de residencia. Por qué, entonces, pensar en una reforma como plantea Federico Tobar, doctor en Ciencia Política y máster en Administración Pública con especialidad en salud.

Según el experto, lo que hace necesario que comencemos a pensar en modificar la forma en la cual se produce salud “es que los resultados que estamos teniendo en algunos indicadores, como mortalidad infantil y mortalidad materna, están involucionando” y que a nivel general nos encontramos estancados. “Otros países vecinos, como Chile, Uruguay y Brasil, avanzan mucho más rápido que nosotros”, aseguró Tobar, y agregó que, por ejemplo, “Paraguay, con un sistema de salud peor, va en un ritmo de mejora mayor al que tenemos nosotros”. Para colmo, nuestro sistema es mucho más costoso.

-¿Cómo caracterizaría el sistema de salud argentino actual?

-Es muy complejo. Las palabras técnicas que se utilizan son fragmentado y segmentado. Fragmentado porque el cuidado de la salud no es contínuo, no hay un responsable. Por ejemplo, si a vos te duele la cabeza, podés consultar a tu médico, pero también podés ir a la guardia de un hospital, o ver directamente al neurólogo, muchas veces en hospitales de altísima complejidad, donde no deberían atender pacientes ambulatorios.

-¿Y la segmentación?

-Tenemos un sistema de cuidados públicos municipal, otro provincial, y otro nacional. Las obras sociales tampoco son todas iguales: hay sindicales, públicas -como las de algunas provincias-, de las Fuerzas Armadas, la Policía, el Poder Judicial, los jubilados. Y además existen empresas prepagas y también algunas mutuales que dan una cobertura. Esa es la segmentación institucional. ¿Quién es el responsable de tu salud? Todos. Pero cuando todos son responsables, ninguno lo es. Nadie pierde el trabajo porque a vos te atendieron mal.

-O sea, existe un problema de organización.

-Sí, no es que falten medicamentos ni servicios, es un problema de organización que existe porque nadie es el responsable primario, aquel que detecte la enfermedad y luego derive al paciente para tratarla. Ese es el principal eje que debería ser modificado. Luego, el responsable secundario debería ser premiado o castigado en función de si da respuesta al paciente derivado. Esto no es solamente en el sector público, sino en todos los sectores. Se engaña el que cree que tiene un mejor cuidado porque tiene un sistema privado caro. Lo que te dan las prepagas caras o más sofisticadas es mucha oferta para elegir, pero nadie se preocupa de que te estén dando lo correcto.

UN MINISTERIO QUE DIRIJA

-¿Cuál es su propuesta para empezar a organizar el sistema?

-Lo más importante es que tiene que haber alguien que dirija. El sistema de salud es como una orquesta. Alguien puede decir que Argentina no tiene la tecnología que tiene Francia o Estados Unidos, pero tampoco estamos muy rezagados. Un ejemplo: en resonadores magnéticos por habitante estamos bastante por encima de la media de Europa. En el conjunto tenemos equipamiento, instalaciones y recursos humanos calificados, pero hay un problema de mala distribución. Tiene que haber alguien que diga que en la orquesta no se puede tener 40 bombos y ningún piano. Eso es lo que hace un director de orquesta, y en Argentina no lo tenemos.

-¿Quién debería tener esa función rectora?

-La figura debería ser el Ministerio de Salud, pero aquí no controla nada, ni las obras sociales, ni los hospitales, ni los recursos humanos. Esto no es una crítica al Ministerio de Salud actual, porque es algo común a los anteriores. Bajo el pretexto o el engaño de que somos un país federal hicimos un Ministerio desprovisto de funciones claves.

-¿Qué debería hacer ese Ministerio fortalecido?

-Lo primero es un mapa de la salud. Si aquí existe Chagas, o bocio, o leishmaniasis, tiene que haber determinado servicio. No necesito más médicos en La Plata, donde existe uno cada 200 personas. Necesito más médicos en Chos Malal, donde hay uno cada 6000 habitantes.

-¿Cómo se logra que el médico vaya hacia o se quede en determinada zona, y que no se acumulen todos en el área metropolitana de Buenos Aires?

-Hay diferentes mecanismos. Uno más light, con las prioridades definidas desde un mapa, como se hace en Brasil. Marcan dónde hay que incorporar y dónde no. Pero también se puede ser mucho más taxativo como en España, donde se habilitan una cantidad determinada de posiciones por año, sin importar cuánta gente se recibió de médico. Es regulado, porque en salud está estudiado que la oferta genera su propia demanda: si aumenta la cantidad de cardiólogos, no aumentan los infartos, pero sí las consultas cardiológicas. Es la ley de Milton Roemer, un sanitarista norteamericano.

LA DOSIS JUSTA

-Entonces, lo importante es que el sistema esté equilibrado.

-Se necesita alguien que establezca la dosis justa, de recursos humanos, de equipamiento, de instalaciones. Segundo, que todos tengan la misma respuesta, no puede ser que ante una enfermedad cada médico dé una solución diferente. Ese problema sanitario se llama variabilidad de la práctica clínica. Necesitamos asumir como objetivo que dos argentinos, independientemente de donde vivan, sean ricos o pobres, reciban la misma respuesta. Desterrar el mito de que hay una respuesta de primera o de segunda. Lo tercero es poner un programa de trabajo a los servicios, las obras sociales y los hospitales, con un médico de cabecera que sea el responsable primario, y con una red de cuidados por la cual cada hospital no haga lo que se le da la gana sino lo que tiene que hacer.

-La figura del médico de cabecera se está escuchando cada vez más.

-Sí, tiene que haber alguien que sea la puerta de entrada. Esto se usa en Cuba, pero también en Inglaterra, donde todos tienen que estar inscriptos en un centro de atención comunitaria. Se puede cambiar de médico, pero no de centro de salud. Ese centro de salud tiene un área de incumbencia, con una población conocida. En Argentina el centro de salud tiene un área de incumbencia, que se llama área problemática, pero es solamente un mapa, no se sabe cuánta gente vive, ni cuántas embrazadas tienen. En Inglaterra y en Cuba, sí. Los modelos de salud que funcionan bien tienen eso, es decir, un equipo de salud, que puede ser un médico o un equipo, que tiene una responsabilidad sobre una población. Esa es la piedra angular de una reforma, y tiene que ser evaluado.

-¿Cuáles son los escollos para avanzar en eso? ¿Son políticos?

-Si a la gente le preguntás, no quiere tener un médico de cabecera. Quiere poder elegir, especialmente los que cuentan con más recursos. Quieren ir a más consultas, lo que no necesariamente significa más salud. Los prestadores tampoco quieren un sistema cerrado. Nadie quiere que le digan que no puede abrir una clínica, o una farmacia en determinado barrio porque ya hay demasiadas. Tenemos un modelo de funcionamiento muy liberal, que cada vez demanda más recursos y genera menos resultados y más desigualdades. Hay una inercia y una resistencia al cambio muy grandes. Lo más grave es que esta preocupación no ingresa en la agenda política. El mejor ejemplo es que Argentina no tiene una ley de salud. Es el único país del continente que no la tiene.

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