viernes, 25 de octubre de 2013

RECORTES EN SALUD MATAN

LOS RECORTES EN SALUD MATAN



Declaración de la COGRESAP, 23 DE OCTUBRE 2013


Luego de la jornada de lucha del 22 de octubre, en continuidad de las que venimos realizando desde principios de julio y de la masiva Marcha Blanca del 7 de Agosto,  frente a la grave crisis en la Salud Publica en la C.A.B.A, que pone en peligro la atención de la población, y ante la falta de repuesta del gobierno y el silencio de los gremios paritarios, la COGRESAP  denuncia que:

·         Desde el mes de junio se rebaja arbitrariamente el salario a 16000 profesionales de la salud.
·         Se desfinancian puestos de trabajo ya concursados, en una nueva forma de “despido encubierto” que promueve el trabajo en negro.
·         Se subejecuta el presupuesto de Salud
·         Se recortan los planteles de guardia y planta
·         Se demora el pago a residentes durante meses
·         Los concurrentes son profesionales que se desempeñan en condiciones precarizadas, sin salario ni derechos laborales.
·         Se denigra a la enfermería como profesión, con bajísimos salarios e impidiendo su ingreso a la carrera profesional.
·         Se incumplen las leyes de salud mental
·         Se incumple la carrera profesional, no se respetan sus categorías y se la reemplaza por un insuficiente “coeficiente técnico”.
·         Se cierran servicios y camas de internación.
·         Escasean insumos básicos, medicación y elementos para estudios complejos.
·         Se inauguran aparatos y servicios que no pueden funcionar por falta de recurso humano.
·         Hay falta de seguridad y mantenimiento edilicio.                                                                      

Estamos enfrentando un plan sistemático de destrucción de la Salud Pública.

El Hospital  Público, los pacientes y los trabajadores de la salud, no podemos esperar eternamente por soluciones que deben ser urgentes: los profesionales no hemos recibido ningún aumento durante el 2013, los enfermeros no han ingresado en la carrera profesional, quienes tienen un cargo desfinanciado están sin cobrar al igual que los residentes y concurrentes.

Los gremios que con sus equipos técnicos, desde el principioreconocieron y avalaron el “error” del GCBA, y así convalidaron la rebaja salarial, desalentaron permanentemente nuestros justos reclamos; sin embargo, ante la repercusión de nuestra movilización reflejada en asambleas, amparos judiciales, protestas regionales, marchas multitudinarias, comunicados y denuncias, esos mismos gremios, que ayer nos dieron la espalda, hoy están negociando a escondidas alguna salida que les permita salvar las apariencias.

Nuestra lucha ha logrado poner a la salud Pública en agenda y frenar el pretendido descuento retroactivo. Exigimos soluciones ya.

Convocamos a todos a seguir movilizándonos en defensa del hospital público.
COGRESAP (Coordinadora Gremial por la Salud Pública) Asociación de Bioquímicos de la Ciudad de Buenos Aires (ABCBA)
Asociación Gremial de Odontólogos de la Ciudad de Buenos Aires (AGOCIBA)
Asociación de Psicólogos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (APGCABA)
Asociación de Licenciados en Enfermería (ALE)
Frente de Recuperación Gremial en el Comité Ejecutivo de la AMM
Asociaciones
 de Profesionales de los Hospitales Alvear, Álvarez, Ameghino, Borda, Sardá, Tobar García.
Agrupaciones de los Hospitales Álvarez (FRG), Fernández (FRG), Moyano (CyP), Tornú (RyP-Tornú), Zubizarreta.
Profesionales autoconvocados de Hospitales y Centros de Salud (Durand, Elizalde, Penna, Piñero, Vélez Sarsfield, Ramos Mejía, Argerich)

lunes, 21 de octubre de 2013

USTEDES...NOSOTROS. VIOLENTOS. POBRES.LUMPENES. PODEROSOS.

¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio... ¿Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica… Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo.
Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en "super stars" del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos "globales". Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros "clientes". Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos. Yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía... ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros?... Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social – dijo “Marcola”, Marcos Camacho, jefe del denominado Primer Comando de la Capital de San Pablo, en una entrevista publicada por el diario “O Globo”, el 23 de mayo de 2008. La misma organización criminal que en los últimos días lanzó una amenaza de convertir la Copa FIFA del año próximo en el “Mundial del terror”.

Carlos Del Frade (APE). Argenpress
.Pintura: Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo (1819-1823)

sábado, 19 de octubre de 2013

TABACO sobre el cuerpo

FELIZ DIA MADRE. OTRA MIRADA

El amor de la madre es incondicional
 y también es omniprotector y envolvente; 
como es incondicional, tampoco puede controlarse o adquirirse. Su presencia da a la persona amada una sensación de dicha;
 su ausencia produce un sentimiento de abandono y profunda desesperación.
 Puesto que la madre ama a sus hijos porque son sus hijos, y no porque sean «buenos», obedientes, o cumplan sus deseos y órdenes, el amor materno se basa en la igualdad. 
Todos los hombres son iguales, porque son todos hijos de una madre, porque todos son hijos de la Madre Tierra.

Fromm muestra la diferencia en que una madre y un padre aman a sus hijos, mientras que el amor de un padre es condicionado y por lo general está relacionado con la obediencia porque el padre cree ver su misma imagen en el hijo, el de una madre no requiere condición alguna, existe por la mera relación de la madre con su hijo. (1)
Morgan realizó descubrimientos muy parecidos, algunos años después que Bachofen, pero estudiando sociedades diferentes, ambos concluyeron que en varias fases de la historia primitiva existieron culturas que se organizaban en torno a la madre y se adoraba a diosas vinculadas con la fertilidad de la naturaleza que era uno de los valores más importantes en las ideas religiosas predominantes. (2)
La religión matriarcal juega un rol similar al del amor materno que siempre es incondicional y protector, que además se basa en la igualdad de todos sus hijos. Llegada la etapa patriarcal la madre perdió su papel predominante y pasa a ser el padre quién desempeñe el papel supremo, siendo éste quien dicte las leyes y normas, es decir el que  establece las obligaciones. A partir de ese momento para conquistar su amor era necesaria la sumisión y la obediencia, y siempre preferirá a aquel hijo que más se le parezca. La sociedad patriarcal es esencialmente jerárquica, se pierde la igualdad y comienza la competencia para obtener las mejores posiciones dentro de la familia y la sociedad, el desarrollo de la sociedad patriarcal avanzó paralelamente al crecimiento de la propiedad privada. (3)
Fromm fue un firme defensor de los derechos de la mujer, por eso se mostró siempre entusiasmado por las conclusiones de Bachofen, así lo expresó: “La comprensión plena de esta ideología patriarcal exigiría un análisis más detallado. Baste decir que las mujeres constituyen una clase dominada y explotada por los hombres en todas las sociedades patriarcales; como todos los grupos explotadores, los hombres dominantes deben producir ideologías a fin de explicar su dominación como natural, y por lo tanto necesaria y justificada. Las mujeres, como la mayoría de las clases dominadas, han aceptado la ideología masculina,  aunque en privado sustentaban sus propias ideas contrarias. Parece que la liberación de la mujer comenzó en el siglo XX, y que va acompañada por un debilitamiento del sistema patriarcal en la sociedad industrial, aunque ni siquiera hoy existe en país alguno una igualdad total, de facto, de las mujeres”. (4)
Según Bachofen los principios sobre los que se basaban las sociedades matriarcales eran la vida, la unidad y la paz. Al cuidar de los niños la mujer extiende su amor más allá de ella misma hacia otros seres humanos, el principio del matriarcado es la universalidad, la hermandad entre los hombres y tiene por elementos fundamentales los de la libertad y la igualdad, por el contrario el patriarcado se basa en imponer restricciones y en establecer una rígida jerarquía.
Durante el siglo XX hubo un avance importante tanto en los derechos de la mujer como en el de los niños, estos últimos encontraron voceros destacados en Pestalozzi, Freud y otros que señalaron que los niños tienen voluntad y pasiones propias que deben ser consideradas con mucha atención, uno de ellos fue el compañero de luchas de Fromm, el Dr. Benjamín Spock. En tanto los adolescentes exigen ser escuchados y ser sujetos activos en las pautas que determinan sus vidas, atacando vigorosamente la autoridad patriarcal. (5)
Bachofen rescataba valores como el respeto a los muertos y los antepasados, rasgos que caracterizaban a las sociedades matriarcales e indicaba que era un factor importante para dichas sociedades el amor por las tradiciones. (6)
Otro elemento fundamental estaba dado por la preocupación por el bienestar material y por la felicidad terrenal del hombre, también dicha sociedad tenía metas y propósitos que podrían definirse como “socialistas” en tanto no existían elites cuyo interés primara  sobre el resto, el amor y la comprensión eran principios dominantes, el daño a un semejante era un pecado grave y no existía la propiedad privada. (7)
En esas épocas primitivas las relaciones eran promiscuas por lo cual el único parentesco seguro era el de la madre, esa circunstancia le otorgaba autoridad tanto en el seno de la familia como en la sociedad, también esa situación se transfirió a la religión donde predominaban las deidades femeninas. Cuando los hombres impusieron el patriarcado, se estableció la monogamia, la autoridad del padre, el papel predominante de los hombres y los dioses fueron masculinos.(9)
Pero Fromm prefería hacer hincapié en otro aspecto: “Ante todo, había descubierto un período en el que la mujer era la autoridad y el centro de la sociedad, antes que la esclava del hombre y un objeto de trueque: ello otorgaba un importante respaldo a la lucha por la emancipación política y social de la mujer”.
Avanzó aún más al indicar que la familia patriarcal es un factor primordial para sostener la estabilidad de la sociedad dividida en clases, donde además se asienta un principio de autoridad por el cual el deber es mucho más importante que la dicha, y que en este sistema el miedo juega un rol casi imprescindible para mantener a los súbditos dóciles ante la autoridad.
Bachofen mostraba los aspectos beneficiosos de aquella lejana sociedad matriarcal: “Al cuidar a sus hijos, la mujer aprende antes que el hombre a extender sus amantes cuidados más allá de los límites de su yo hacia otra criatura, y a dirigir los dones de invención que posee a la conservación y mejoramiento de la existencia de ese otro”.
Y continuaba describiendo : “ Pero el amor que nace de la maternidad no es sólo más intenso sino también más universal…En tanto que el principio paterno es intrínsecamente limitativo el principio materno es universal; el principio paterno implica limitación a grupos definidos, pero el materno, como la vida de la naturaleza, no conoce barreras”.
“Las culturas matriarcales presentan muchas expresiones y aún formulaciones jurídicas, de este aspecto del principio materno. Es la base de la libertad e igualdad universales, tan frecuentes entre los pueblos matriarcales, de su hospitalidad y de su aversión a las restricciones de toda índole…”. (10) 
Bachofen también demostró que la sociedad matriarcal se caracterizó por la preeminencia de los lazos de sangre y del suelo, y la aceptación de los fenómenos naturales. En cambio la sociedad patriarcal tiene como factores principales el respeto por la ley, el predominio del pensamiento racional y el esfuerzo del hombre por modificar los fenómenos de la naturaleza.
Mientras en el matriarcado todos los hombres son iguales ya que la madre ama por igual a todos sus hijos y no por el mérito realizado, el objetivo es la felicidad y la vida es un valor en sí mismo. En el patriarcado la obediencia es la principal virtud, existe un hijo favorito y la sociedad es jerárquica.
No queremos dejar de señalar que sin duda Bachofen idealizaba a esas sociedades primitivas, pero esto no puede ocultar la importancia de sus descubrimientos y mucho menos dejar de rescatar sus conclusiones imprescindibles para reivindicar derechos que les fueron negados a las mujeres a través de los siglos.
También surgieron datos aportados por otros antropólogos que establecieron que la sociedad neolítica era relativamente igualitaria, sin jerarquías, ni explotación, ni con una tendencia marcada hacia la agresión, algunas de esas sociedades tenían una estructura matriarcal coincidiendo esto con que, en general eran pacíficas, Bachofen extiende estas características a todas las sociedades matriarcales.    
Fromm recurrió a la Antígona de Sófocles para mostrar esa lucha entre los valores del matriarcado y el patriarcado, Creón uno de los personajes expresa la obediencia como valor supremo, en tanto la solidaridad y el amor quedaban en un segundo plano. 
Dice Creón: “Si, hijo mío. Esta debe ser la ley fija de tu corazón: obedecer, en todas las cosas, la voluntad de tu padre. Por eso todos los hombres oran pidiendo que los rodeen en sus hogares hijos obedientes, y que paguen con mal a los enemigos de su padre, y honren, como hace su padre, a sus amigos”.
Y continuaba su discurso en defensa de la obediencia ciega: “… cualquiera que nombre la ciudad, ese hombre debe ser obedecido, en las cosas grandes, y en las chicas, en las justas y en las injustas; y estaré seguro que el que así obedezca sería tan buen gobernante como es buen súbito…”.
Y para que no quedaran dudas, decía Creón: “Pero la desobediencia es el peor de los males es lo que arruina a las ciudades; devasta al hombre; las filas de los aliados se quiebran en veloz derrota; pero las vidas de línea honesta deben en gran parte su seguridad a la obediencia. Por eso debemos sostener la causa del orden, y no tolerar de ningún modo que una mujer nos derrote. Es mejor caer, si es preciso, por el poder de un hombre; y no ser llamados más débiles que una mujer”. (13)
Antígona y su prometido Henón representan los valores del matriarcado, en tanto Creón quien era padre de Henón, defendía los valores del patriarcado y la autoridad.   
La Biblia ya comienza estableciendo el principio del dominio patriarcal y elimina cualquier huella de sociedades anteriores con características matriarcales. Con la expulsión de Adán y Eva del paraíso quedó establecido el dominio del hombre sobre la mujer. (14)
Tanto en Grecia como en Palestina se encuentran sociedades organizadas patriarcalmente que han surgido victoriosas de una sociedad anterior con rasgos matriarcales. Los griegos sentaron las bases del desarrollo intelectual del mundo occidental, dejando establecida la plataforma para el pensamiento científico, desarrollaron la filosofía y crearon la teoría del Estado y la sociedad como continuidad de la surgida en Roma ya que en esta no pudo continuar su evolución progresista estancándose en el siglo IV cuando fue creada la Iglesia Católica. (15)
(1) El amor a la vida, pag. 169  
(2) La condición humana actual, pag 34
(3) El arte de amar, pags. 68 y 69
(4) La crisis del psicoanálisis, pag. 65  
(5) Ob. Cit., pags. 122 a 125
(6) Ob. Cit., pags. 130 a 133
(7) Ob. Cit., pag. 141
(8) Ob. Cit., pags 144 y 145
(9) El lenguaje olvidado, pag. 154
(10) La crisis del psicoanálisis, pags 148, 149 y 150
(11) El lenguaje olvidado, pags. 147 y 148
(12) Ob. Cit., pags 155 y 156
(13) Anatomía de la destructividad humana, pags 167 y 168
(14) Ob. Cit., pags 174 y 175
(15) Psicoanálisis en la sociedad contemporánea, pags. 51 y 52
(16) ¿Tener o ser?, Erich Fromm, Fondo de Cultura Económica, 1980, pag. 138

miércoles, 9 de octubre de 2013

SALUD MENTAL

10 de octubre. Día mundial de la salud mental: Salud mental. Una pregunta abierta

  Marcelo Colussi (especial para ARGENPRESS.info)

El título del presente Simposio es por demás de provocativo: “Salud mental: ¿es posible una intervención en nuestra ciudad?”. La forma en que se formula una pregunta puede deslizarnos ya hacia su respuesta. Eso, en definitiva, fue lo que enseñó Sócrates hace dos milenios y medios en la Grecia clásica: la pregunta contiene ya el germen de la respuesta.

La pregunta que da título a este encuentro puede ser la invitación a abrir una crítica, profunda y constructiva, o puede cerrar la discusión. Esto depende de cómo la tomemos. ¿Es posible intervenir en salud mental? Preguntémoslo al revés. Quienes estamos aquí esta mañana hacemos parte del oficio de los trabajadores de la Salud Mental. Es decir: nuestra práctica cotidiana se relaciona justamente con este campo. Preguntémonos mejor: ¿qué estamos haciendo? ¿Sirve nuestra práctica? ¿A quién y de qué manera sirve? ¿Por qué es necesario y pertinente intervenir en el campo de la Salud Mental en un contexto urbano como el de la ciudad de Guatemala?

Así planteada, la pregunta abre varios cuestionamientos. El primero, y sin dudas más importante, es acerca de qué entendemos por Salud Mental. En segundo lugar, pero no menos trascendente, deberíamos ver qué hacemos en torno a ella, qué hacemos cuando intervenimos. Pero desde ya adelantemos que sí, por supuesto que sí, partimos de la convicción que es posible intervenir en ese campo. Posible, y necesario. ¿Qué otra cosa estamos haciendo si no día a día quienes nos movemos en esto?

Si se nos permite, podríamos parafrasear aquello que dijo Jacques Lacan en su Seminario 10, “La angustia”: “La cura viene por añadidura”. Formulación que causó revuelo y llevó a considerar a más de uno que había un cierto desdén por la práctica clínica en la formulación del psicoanalista francés. Por todo lo cual el mismo Lacan aclaró, a la semana siguiente de esa formulación, que eso debía entendérselo en su contexto: para quienes se dedican a la práctica clínica, la intervención terapéutica está en el centro de su actividad, es el centro de su quehacer. Si bien hay que cuidarse de lo que Freud llamó el “furor curandi”, esa manía de creer que todo es diagnosticable y curable (¿decimonónico mito positivista?), la razón de ser de quienes trabajamos en este ámbito, tiene que ver con la salud. Entonces, reformulando la cuestión, deberíamos decir: ¿para qué nuestras intervenciones? ¿Para qué hacemos lo que hacemos como trabajadores de este oficio? Dado que el horizonte de lo terapéutico, o en otros términos: dado que una determinada noción de salud está siempre presente, ¿para qué trabajaríamos si no fuera posible plantearse la salud mental, o la salud en definitiva, como un bien integral?

Todo esto nos lleva, una vez más, a la pregunta de fondo: salud mental, ¿qué entender por eso?

Salud Mental: concepto problemático, intrincado, polémico, porque no es una noción médico-biológica. Ponernos de acuerdo en torno ella implica abrir cuestionamientos sobre la ideología, sobre los poderes. La noción de “normalidad” en este dificultoso y siempre resbaloso campo de la Salud Mental no es un asunto bioquímico, anátomo-fisiológico. Por eso cuesta tanto definir qué hacer y qué no hacer cuando se interviene ahí. Medicar, practicar electroshocks o promover la prevención y grupos de contención no son cuestiones sólo biomédicas. Como no lo son, sólo por tomar algunos ejemplos orientadores sobre los que volveremos, la homosexualidad o la tortura, ámbitos que nos convocan y nos preguntan.

¿Qué es ser un enfermo mental? Esa es otra manera de preguntar por la Salud Mental. Se consideran enfermos a quienes no entran en la norma. Y ahí nacen los problemas: el paradigma para determinar quién entra en esa norma y quién no, es una delicada cuestión ideológica. En la antigüedad clásica griega la homosexualidad era un privilegio, un lujo de los aristócratas varones. No de las mujeres, aunque fueran aristócratas; no de los plebeyos, aunque fueran varones. Hasta hace algunos años era una entidad patológica en las clasificaciones de las Enfermedades Mentales (el CIE, el DSM estadounidense). Hoy día ya no lo son. ¿Son una opción sexual? ¿Sería mejor decir “una tendencia”? ¿O constituyen un pecado?..., pues hay gente que sigue pensando eso. Y si es un pecado, ¿es venial o mortal? Como vemos, no se trata de referentes biomédicos los que lo deciden.

¿Y la tortura? ¿Es normal practicarla? Se la condena por todos lados, pero sabemos que hace parte de las prácticas comunes de las distintas fuerzas armadas en cualquier parte del mundo, y día a día mejora sus técnicas de aplicación. ¡Hasta existe una tecnología militar que enseña cómo resistirla en casos extremos! ¿Hay que ser un enfermo mental, un psicópata perverso para dedicarse a ella, o hace parte del entrenamiento normal de un guerrero contemporáneo?

Sólo por ejemplificarlo con dos casos paradigmáticos –y con ellos abrir el debate– puede verse que las conductas humanas son mucho más complejas que simples respuestas a estímulos. ¿No hay deseo acaso? Todos sabemos que si fumamos podemos contraer cáncer… pero la gente fuma. Y todos sabemos que si se mantienen relaciones sexuales con un desconocido sin protección hay alto riesgo de contraer enfermedades infecto-contagiosas, VIH incluido. De todos modos, 3,000 personas por día contraen este virus a nivel mundial, en muchos casos debido a prácticas sexuales de riesgo. ¿Puede explicar eso algún dispositivo instintivo-biológico? Y así podríamos plantearnos una lista enorme de preguntas/problemas: ¿por qué ser “sexoservidora” no ofende tanto, pero ser “puta” sí? ¿Y qué fuerza “instintiva” decide el racismo? ¿Cómo entender, desde disparadores biológicos, la monogamia oficial de Occidente –que incluye “canitas al aire” extraoficiales– o el harem de la tradición musulmana?

A partir de presupuestos biológicos centrados en el campo de la enfermedad, en el proceso mórbido que rompe una normalidad, una homeostasis, se pudo haber construido toda una edificación diagnóstica que sanciona quién está “sano”, quién está “en equilibrio”, y quién se sale de esa norma. Y ahí tenemos el nacimiento de la psiquiatría clásica. Decir esto no es nada nuevo; ya se ha dicho y criticado en infinidad de oportunidades. Pero nunca está de más recordarlo. Las clasificaciones psiquiátricas se basan en una preconcebida –y nada crítica– idea de normalidad. De ahí que cualquier cosa que se aleje del paradigma propuesto como normal puede ser enfermo.

Idea limitada, sin dudas, que merece ser repensada. ¿Qué clasifican las clasificaciones psiquiátricas? O dicho de otro modo: ¿de qué enfermedad nos hablan? La ideología psiquiátrica parte de supuestos, de una determinada normalidad, una homeostasis psíquica podría decirse, que se rompe y que puede ser restaurada. Incluso hay toda una Psicología que aborda el tema con similar ideología. Y ahí tenemos el amplio campo de lo que, quizá provocativamente, podría llamarse “apapachoterapias”: hay una normalidad por un lado, feliz y libre de conflictos, y hay enfermedad en su antípoda. La misión de quien trabaja en el campo siempre complicado de definir de la Salud Mental sería el técnico que restaura la felicidad o el equilibrio perdido. Las clasificaciones psiquiátricas serían el manual para el caso.

Profundizando en la crítica, intentando mostrar la cuota de ideología cuestionable que pueden guardar esas clasificaciones –y por tanto la idea de salud y enfermedad subyacentes–, Néstor Braunstein, psicoanalista argentino radicado en México, citaba un texto de Jorge Luis Borges muy elocuente al respecto. Decía el poeta en su libro Otras Inquisiciones: “En las remotas páginas de cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pello de cabello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas”. La taxonomía psiquiátrica, aquella que mide y decide sobre quién está sano y quién está enfermo en este resbaladizo campo, no pareciera muy distinto. Se clasifica el malestar, podríamos decir; se clasifica el eterno conflicto que nos constituye, siendo que todo eso no es “una enfermedad” en sentido biológico sino nuestra humana condición. ¿Se le puede poner números, valores, niveles al malestar? ¿Nos ayuda a resolverlo esa ilusión métrica? Por cierto, no otra cosa son los tests a que estamos tan acostumbrados los psicólogos, que bien podríamos definirnos como “auxiliares médicos tomadores de tests”.

¿Quién puede estar sano de inhibiciones, síntomas y angustias varias? Retomando algunos de los ejemplos que más arriba se mencionaban: ¿quién es más “normal”: el que fuma o el que no fuma? ¿El homosexual declarado, el que lo fustiga, el que lo acepta? ¿Y qué debe hacerse si nuestro hijo o hija nos declara que es homosexual?

El campo de la llamada “enfermedad mental” es, sin lugar a dudas, el ámbito más cuestionable y prejuiciado de todo el ámbito de la salud. “Yo no estoy loco” es la respuesta casi automática que aparece ante la “amenaza” de consultar a un profesional de la Salud Mental. Aterra al sacrosanto supuesto de autosuficiencia y dominio de sí mismo que todos tenemos, la posibilidad de sentir que uno “no es dueño en su propia casa”, como diría Freud. Pero Sigmund Freud, justamente, fundador de la ciencia psicoanalítica, jamás escribió una definición acabada de normalidad. Cuando fue interrogado sobre ello, escuetamente se limitó a mencionar la “capacidad de amar y trabajar” como sus notas distintivas. Por cierto que “lo normal” es problemático; eso remite obligadamente a la finita condición humana, donde los límites aparecen siempre como nuestra matriz fundamental. Muerte y sexualidad son los eternos recordatorios de ello, más allá de la actual ideología de la felicidad comprada en cápsulas que el mundo moderno nos ofrece machaconamente. Y recordemos que existe toda una “ingeniería humana” dedicada a buscar ese estado de no-conflicto. Las terapias que buscan ese paraíso, por cierto, son funcionales a esa búsqueda.

La recientemente aparecida V Edición del DSM, en buena medida “libro sagrado” de la Salud y la Enfermedad Mental, al menos en nuestra región donde la presencia cultural-académico-científica del Gran Hermano es casi total, presenta en forma creciente “cuadros psicopatológicos” producto más de la mercadotecnia que de la práctica clínica, “inventados” en los departamentos de mercadeo de grandes firmas farmacéuticas que, en realidad, oculta tras ello la voracidad de los laboratorios por vender psicofármacos.

Ante ello, cerca de 2,000 trabajadores de la Salud Mental de distintas partes del mundo, encabezados por el psiquiatra infantil Sami Timimi, a través de la plataforma Change.org reaccionaron reciamente abriendo una dura crítica contra esta ideología. De esa cuenta dieron a conocer un fuerte comunicado titulado “No más etiquetas diagnósticas”, donde llaman a desconocer las clasificaciones psiquiátricas. “El diagnóstico en salud mental, como cualquier otro enfoque basado en la enfermedad, puede estar contribuyendo a empeorar el pronóstico de las personas diagnosticadas, más que a mejorarlo”, dirán enérgicos en su proclama. “En lugar de empeñarnos en mantener un línea de investigación científica y clínicamente inútil, debemos entender este fracaso como una oportunidad para revisar el paradigma dominante en salud mental y desarrollar otro que se adapte mejor a la evidencia”. Es así que proponen un enfoque de “recuperación” o “rehabilitación”, en vez de en un modelo de enfermedad y de clasificación diagnóstica.

Sin dudas, lo sabemos, el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, más conocido por su sigla inglesa DSM, en cualquiera de sus versiones, pasó a ser palabra sagrada en este campo siempre resbaladizo de las “enfermedades mentales”. Ejemplos sobran. El hoy día tan conocido “trastorno bipolar” hace unos años ni siquiera figuraba en las taxonomías psiquiátricas. Cuando apareció, se calculaba que el 1% de la población lo padecía; en la actualidad esa cifra subió al 10%. Y el trastorno bipolar pediátrico en unos pocos años creció “¡alarmantemente!” Pero… ¿estamos todos tan locos…., o se trata de puras estrategias de mercadeo? Antes de la aparición de los antidepresivos, por ejemplo, en Estados Unidos se consideraba que padecían “depresión” 100 personas por cada millón de habitantes; hoy día, esa cantidad subió a 100 mil por un millón. Es decir: un aumento del 1,000%; por tanto, 10% de su población consume antidepresivos, el doble que en 1996. Repitamos la pregunta: ¿estamos todos locos…., o son muy aceitadas estrategias de mercadeo? ¿Cuál es el modelo de Salud Mental que está a la base de todo esto y posibilita estas acciones?

Tratando de sintetizar lo dicho, podría preguntarse entonces si la Salud Mental consiste, en definitiva, en lograr llegar a ser “feliz”, o habría aún que darle alguna vuelta de tuerca a ese concepto. ¿Ser feliz será sinónimo de “adaptarse”? ¿Salud Mental es no delirar ni tener alucinaciones? Quizá sea muy pobre esta definición, hecha desde nuestra normalidad neurótica. Una vez más: el concepto en juego nos remite a posicionamientos ideológicos, socio-políticos. Hasta ahora el voto de castidad que hacen religiosos y religiosas de la tradición católica es normal, aunque muchas veces se viole por debajo de la mesa. ¿Dejará de serlo si, finalmente, se deroga el celibato? Es decir: estamos ante una dificultad insalvable en cuanto a la posibilidad de fijar taxativamente dónde empieza y dónde termina la normalidad. Por supuesto, está por demás de claro: un referente biológico en sentido puro –si es que pudiera existir– no nos ayuda para nada en esta problematización. Antes bien: nos complica las cosas (recordemos la clasificación de Borges que citábamos).

Sólo para ilustrar la dificultad en ciernes: para 1996, año de la Firma de la Paz en Guatemala, en la ciudad capital trabajan por sus calles ofreciendo sus servicios sexuales, básicamente de la zona céntrica, alrededor de 35 travestis. Hoy, más de una década y media después, ese número se ha decuplicado: son 350. ¿Cómo entender el fenómeno? ¿La sociedad está más “enferma” ahora? ¿O somos más pecadores? ¿Los travestis se reproducen más que los no travestis? Por el contrario, podríamos preguntarnos: ¿somos más permisivos? ¿O habrá que pensar que la bisexualidad de muchos “machos”, que siempre estuvo ahí, ahora “sale más del closet”? No hay duda que el fenómeno existe: la oferta trepó en forma exponencial, lo que habla, por tanto, de un similar aumento en la demanda. Sólo para traerlo como un provocativo –y quizá molesto– ejemplo, hablar sobre Salud Mental nos remite a ámbitos político-ideológico-culturales.

Y para rematar estos ejemplos algo “traviesos”, para definirlos de algún modo, tomemos otro concepto hoy tan a la moda –proveniente también del ámbito académico estadounidense y de su visión adaptacionista de la Salud Mental – tal como es el de resiliencia. Habitualmente se le asocia con una visión positiva. Por allí puede leerse de los beneficios que la misma trae aparejados. Si se trata de beneficios, ¡buena noticia!, por supuesto. ¿Y qué beneficios aporta? “Las personas más resilientes tienen una mejor autoimagen, se critican menos a sí mismas, son más optimistas, afrontan los retos, tienen más éxito en el trabajo o estudios, están más satisfechas con sus relaciones, están menos predispuestas a la depresión”. Ahora bien: estos mentados beneficios abren interrogantes. ¿Es un beneficio “criticarse menos”? ¿En qué sentido entender lo de “más éxito”? ¿Estamos seguros que entronizamos el optimismo –lo cual puede sonar a propaganda de refrescos–, o más cautamente seguimos a Antonio Gramsci, quien proponía “el optimismo del corazón junto al pesimismo de la razón”? Una vez más, aún a riesgo de reiterativos, la definición de Salud Mental plantea problemas que quizá ninguna clasificación psiquiátrica responde; ni tampoco responde alguno de los numerosos tests que circulan por allí.

Quizá conviene plantearnos modelos no tanto centrados en la “enfermedad”, siempre de dificultosa definición (¿quién de los varones presentes habrá sido cliente de alguno de los 350 travestis que trabajan por allí?, ¿son enfermos los que, eventualmente, lo hicieron?) sino en la promoción de la salud. Pero, ¿cómo promover Salud Mental? ¿Llenando de pastillas psiquiátricas, tal como el DSM (¿por qué no llamarlo en español?, me pregunto) induce? En Estados Unidos se consumen psicofármacos en cantidades industriales, y eso no habla de una excelente Salud Mental (también es el país del mundo con mayor porcentaje en consumo de drogas prohibidas, y el que tiene la mayor tasa de población encarcelada –¡el país de la libertad!, vaya ironía–. ¿Es mentalmente sano Homero Simpson, su ícono representativo?

Si hablamos de una posible intervención en Salud Mental en nuestro medio urbano, partamos de la base que sí es posible, pues es eso lo que estamos haciendo. La cuestión es revisar los paradigmas desde los que lo hacemos: ¿desde el electroshock, desde los tests, desde las apapachoterapias, desde la promoción de espacios de palabra para hablar de prejuicios y tabúes, desde la práctica manicomial o derribando los muros del asilo?

Definamos entonces, ante todo, cuál es nuestro medio urbano y cuáles son sus problemas de Salud Mental: ¿la violencia, la pobreza, el alcoholismo, la dependencia cultural respecto al Gran Hermano, la cantidad creciente de travestis que se registra, los prejuicios y tabúes que nos atraviesan, los suicidios? Complejo, sin dudas.

La cuestión central en el asunto es ver para qué trabajamos, para qué hacemos lo que hacemos cuando nos decimos parte del gremio Psi. En grandes términos podría decirse que hay dos modelos en juego: por un lado, trabajamos para acallar el malestar (y ahí están las pastillas y todos los dispositivos que ven en el conflicto un “cuerpo extraño”, una molestia que hay que quitar de en medio). O, por otro lado, trabajamos para permitir que ese conflicto, esa cuota de insatisfacción siempre presente en lo humano –que se puede tapar con pastillas quizá, pero que sigue actuando–, esa inestabilidad que tenemos en tanto sujetos que deseamos, no se vea como “enfermedad” a combatir. Que haya problemas, conflictos, diferencias, malestares, es lo que nos pone en marcha como sujetos. La cuestión es poder procesarlos, permitir que se expresen, darles su lugar, y no taparlos. No creer que la felicidad se consigue con alguna “técnica apropiada”. ¿Qué decimos cuando decimos “adaptación”? ¿Resignación ante la realidad, o transformación de la misma? Eso es lo que está en juego en la noción de Salud Mental, por eso es siempre un campo en discusión, una pregunta abierta (y que quizá no se logre cerrar nunca: ¿hay que prohibir los travestis o no?, ¿hay que permitir el matrimonio homosexual?, ¿por qué los varones se creen con más derechos que las mujeres?, ¿por qué seguimos transgrediendo leyes aunque sabemos que eso está prohibido?, ¿por qué construimos la moral que construimos?)

Quizá sea imposible evitar que esos conflictos que definen nuestra humana condición dejen de provocar distintas manifestaciones: inhibiciones, síntomas, angustias. El punto está en cómo abordar todo eso, qué lugar darle, qué espacios reales desde los sistemas de salud existentes, incluso los de educación, se abren para abordarlos, para prevenirlos, para enmarcarlos sin estigmatizarlos. Los objetivos planteados para el presente foro van en esa dirección, y esperemos que de aquí puedan salir propuestas concretas al respecto.

La atención primaria es el mejor camino para promover la salud. Desde la histórica conferencia de la OMS de Alma-Ata en 1978, ese es el camino trazado para promoverla, y que los países que presentan los mejores índices han seguido. La pregunta abierta es cómo plantearse esta estrategia cuando se trata de Salud Mental. Sin dudas eso es difícil, y ya se ha dicho muchísimo al respecto. Si algo podemos aportar hoy en este simposio es dejar indicado que una atención que no niegue ni tape los conflictos en la esfera psicológica debe apuntar a hablar de ellos. Por allí debería ir la cuestión: no estigmatizar los problemas –quizá incorrectamente llamados “mentales”– sino permitir que se expresen. Dicho en otros términos: priorizar la palabra, la expresión, dejar que los conflictos se ventilen. Esto no significa que se terminarán las inhibiciones, la angustia, el malestar que conlleva la vida cotidiana, las fantasías, los síntomas. ¿Cómo poder terminar con ello, si eso es el resultado de nuestra condición? La promoción de la Salud Mental, urbana para el caso que nos convoca hoy, es abrir los espacios que permitan hablar del malestar. ¿Qué significa eso? No que podamos llegar a conseguir la felicidad paradisíaca, a evitar el conflicto, a promover la extinción de los problemas. En tanto haya seres humanos habrá diferencias, y eso es ya motivo de tensión.

La Salud Mental es, en definitiva, el propiciar los espacios de diálogo, de palabra y de simbolización para que el malestar no nos inunde, no nos inmovilice ni tampoco para que sea motivo de estigmatización de nadie. Espacios de palabra, por último, significa lugares donde se pueda hablar libremente. Eso pueden ser grupos, dispositivos que faciliten abordajes individuales sin estigmatizar, trabajo con parejas, charlas, espacios comunitarios. La Salud Mental no está encerrada en un consultorio: está en la palabra que permite conocerse a sí mismo. Y eso, en definitiva, se puede dar en cualquier lado, en las calles, en la comunidad toda.